Una cuadriplejía no le impidió ser un comando GIR

Quito.- La palabra ‘imposible’ no está en el diccionario de vida del cabo primero Luis Vaca. Tampoco las frases “no puedo” o “es difícil”. Hace 10 años, las cambió por otras más fáciles de pronunciar, pero más difíciles de realizar como: humildad, esfuerzo y lucha.
Su historia empieza donde otras terminan y, más que nada, o más que todo, su vida es ejemplo de constancia y de amor propio. Esto último lo mantuvo con vida porque nunca se resignó a una silla de ruedas o a la pena de sus compañeros o familiares. Su virtud es una voluntad férrea, su marca personal es nunca rendirse.
Un día “se le vino la montaña encima”, literal. Aunque no se acuerda las fechas fue un día del 2005, mientras realizaba el curso del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) y tuvo que pasar a lado de una montaña en Guayllabamba, sin equipos.
La prueba era esa. Ese día su valentía estaba a prueba, sin pensar que el destino le tenía preparado una verdadera prueba de vida. “No me acuerdo muy bien, pero estábamos con un grupo de compañeros, cuando sentí que algo golpeó mi cabeza y enseguida me desmayé”, cuenta Vaca.
La siguiente escena la acompañó por el resto de meses. Tendido en el piso sin poder mover las piernas y los brazos. Algo impedía girar su cuello. “Un montículo de tierra me cayó justo cuando bordeaba la montaña, me cayó justo en la cabeza”.
El diagnóstico médico fue determinante: lesión en vértebras cervicales y médula espinal. Las consecuencias fueron estremecedoras: una cuadriplejía irreversible. “Cuando escuché esto pensé que me estaban contando la historia de otra persona, no lo podía creer”.
La vida misma estaba diluyendo los sueños de convertirse en un comando GIR, de ser un policía operativo que detenga delincuentes y cuide a la ciudadanía. La sentencia estaba dada, el resto de sus días los pasaría junto a una silla de ruedas y sus labios serían los únicos músculos que podría mover.
Contra todo pronóstico y enfrentando al destino no aceptó la condena de una cuadriplejia. No se resignó porque un comando GIR no puede rendirse y eso había aprendido en la Unidad… a levantarse como el ave Fénix. “Los sicólogos querían que asimile la condición, trataron con todos los medios, pero fracasaron, yo no me resigné”.
Desde ahí empezó otro capítulo en su existencia, quizá el más importante y el que más lecciones le ha dado. Mover el dedo meñique del brazo derecho era una victoria. Levantarse de la cama era otra, tomar una cuchara con la mano era otra. Y de victoria en victoria se fue convenciendo que debía caminar.
“Aprendí a valorar cada minuto de mi vida, cada segundo, desde cómo coger una cuchara hasta tomar el control remoto del televisor. Para cualquiera son acciones básicas, para mí… eran luchas diarias”, señala Vaca.
A los 11 meses después del accidente debía enfrentar otra prueba de valor. Levantarse de la silla de ruedas y dar pasos pequeños. Para cualquier persona a la que le diagnosticaron cuadriplejia esto era como pasar el curso avanzado del GIR sin un rasguño. Pero Vaca lo hizo.
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El cabo decidió que a pesar de su lenta recuperación debía estudiar. Terminó una tecnología en Seguridad Pública y eso le valió para que pudiera regresar al GIR, ya no como comando sino como empleado administrativo. El objetivo era estar en el GIR sí o sí.
La ceremonia de regreso al GIR tenía todas las características de una graduación, con emotividad y aplausos de sus compañeros, llegó como se fue del GIR… caminando. De ahí en adelante se ganó un puesto como asesor en temas de seguridad y planes de emergencia a otras unidades policiales.
Según la Unidad de Atención al Personal Policial con Discapacidades, el numérico de servidores policiales con discapacidad por grados son 375, de los cuales 38 son oficiales y 337 son clases y policías.
Para Vaca, hablar del GIR es hablar como de un sabio maestro. El sueño de ser comando no se lo quitó nadie y por ello, a pesar de que ahora camina despacio, con un bastón se sube a la torre de entrenamiento de la Unidad y como si estuviera en alguna operación especial, se lanza desde un tercer piso. Abajo sus compañeros o “bodys” aplauden su proeza.
Facundo Cabral dijo que cuando a uno le gusta lo que hace, está benditamente condenado al éxito. Y en el caso de Vaca no solo es un ejemplo a seguir, sino que recibir una clase suya es obligatoria para los aspirantes a comandos. Sus charlas son como una materia especial en el GIR.
A sus 32 años afirma que para no perder estado físico y seguir con la tradición del trote, cada vez que tiene oportunidad realiza una caminata alrededor de las instalaciones del GIR. “Antes del accidente lo hacía en dos minutos, máximos tres, pero ahora lo hago en media hora, sigo trotando pero a mi ritmo”, comenta con sentido del humor.
Con el paso de los años se encontró con el doctor que le diagnosticó que no volvería a caminar. “Llegué a su consultorio caminando y le dije que si podía”, cuenta. Además, volvió al lugar del accidente como para cumplir la “tradición de levantarse si se ha caído porque no hay que decirle no puedo ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido del humor”. Redacción O. R./ Quito
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