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Un hábil y especializado conductor del GIR ofrece protección a dignatarios

Quito.- Desde hace 15 años, Javier Rodríguez forma parte del Grupo de Intervención y Rescate (GIR). En la Unidad élite, este sargento de Policía es especialista en protección a dignatarios, conducción a la evasiva, defensiva y ofensiva. En una breve entrevista, nos relata su trayectoria entre autos, autoridades y aulas de clases.

La escena parece de película. Un sujeto armado se baja de un automóvil Chevrolet SZ color vino, sin placas, con vidrios oscuros. Mientras el vehículo en cuestión aún sigue en movimiento. Rodríguez realiza unos cuantos disparos, da un salto como gato, entra por la ventana y vuelve al volante. Pone su bota negra sobre el acelerador y se va a más de 150 kilómetros por hora según puedo calcular, dejando una ráfaga de humo blanco en el pavimento.

El acto no se desarrolla en uno de los cuartos adaptados a una historia prefabricada en Hollywood, sino en el estacionamiento de las instalaciones del Grupo de Intervención y Rescate (GIR). El sujeto armado no es un actor tampoco, sino un sargento de la Policía especializado en su trabajo. Javier Rodríguez lleva 15 años dentro de las filas del GIR como comando e instructor.

Desde pequeño, Javier demostró su afición por los autos, la velocidad y la adrenalina. Su padre le enseñó a conducir y a los 12 años, en lugar de ir a jugar fútbol o salir con los amigos al cine, él pasaba manejando en el trabajo de su padre. A eso, se le suma su vocación de servicio a la sociedad, motivo por el cual apenas salió del colegio, a los 17 años, hizo el “papeleo” correspondiente e ingresó a las filas policiales en el Comando de Sucumbíos.

Es oriundo de la provincia amazónica y dentro de su formación policial recibió el curso básico del GIR. A las cinco primeras antigüedades de la capacitación les permitieron seguir al curso avanzado y formar parte de la Unidad. Javier estuvo en el segundo lugar nada menos que con su hermano, quien obtuvo la primera.

Comandos del GIR

Juntos dejaron la vegetación, el calor y la humedad, para instalarse en el frío, la lluvia, el sol, el pavimento y el casco colonial de la capital ecuatoriana y ser comandos del GIR. Dentro del grupo, ambos tomaron rumbos distintos. Su hermano estuvo siete años en la Unidad y luego se especializó en el tema de inteligencia, mientras Javier participó en 17 cursos nacionales e internacionales en el tema de conducción.

Confiesa que tuvo la oportunidad de realizar un curso de protección a dignatarios en Colombia, fue ahí que tomó la especialización en estos tres tipos de conducción.

En Estados Unidos aprendió el manejo a la ofensiva y ya en el 2004 cruzó el Atlántico hasta Francia y se capacitó en la conducción evasiva. También fue la mente maestra para capacitar a toda la guardia presidencial de Panamá y fue el escolta al volante del sumo Pontífice, durante su estadía en el Ecuador.

Para este gendarme de tez trigueña, cabello negro, ojos cafés y cuya edad no pregunté, uno de sus lemas de vida es “saber y duplicar lo que uno sabe y hace”. Afirma que jamás hay que ser egoísta con los conocimientos. Antes de iniciar una clase fui testigo, que después de un saludo protocolario les dice a sus estudiantes que “entre uno más sepa, más humilde debe ser”.

Ama ser instructor. No lo dice pero se nota. También ser un conductor arriesgado que desafía las normas de tránsito, las leyes y el miedo. Le pregunto, algo ingenua, qué es lo que siente cuando pone sus manos en el volante y deja que el acelerador tenga vida propia.

Solo la adrenalina fluye por sus venas al mismo ritmo, quizás un poco más acelerado que los latidos de su corazón. Se podría decir que Javier va a mil por hora. Está consciente del riesgo, es más, revela que adoptó el riesgo como parte de su vida al ingresar al GIR y, entre risas, confiesa sentirse mal junto a sus compañeros cuando no hay una situación de peligro.

Video:

No cree en la suerte

No cree en la suerte. Considera que cuando uno se siente capacitado, el resto viene como añadidura, por eso dentro de su trayectoria de desataca no haber sufrido choques, solo roces leves. Pues el auto se convierte al igual que la pistola, en su herramienta de trabajo.

Javier luce tranquilo, sereno. Se cataloga como un conductor responsable cuando está con su familia y fuera de la Unidad. También es respetuoso de las leyes de tránsito.

Apoyo familiar

Para este conductor ágil y con dos facetas al volante, el apoyo familiar es indispensable, como el aire y el agua. Siempre ha recibido el apoyo de ellos, tan incondicional como su amor. Javier afirma que siempre saben de su trabajo y los riesgos duplicados que asume como conductor y protector de dignatarios.

Entre risas y con los ojos llenos de alegría y orgullo, habla de sus dos hijos. Una niña de 8 años y un varón de 3. Este último es aficionado al trabajo de su padre, y repite las acrobacias en un automóvil de juguete en casa. Su esposa solo ríe y dice que “de tal palo, tal astilla”, por lo que apoyará a que sus retoños sean lo que quieran ser, hasta un piloto intrépido como el comando Rodríguez.

Él, al dejar esta charla, vuelve como gato a su guarida: el automóvil Chevrolet SZ color vino. Sujeta el volante como su guía y arma. Se apodera del acelerador, saca humo blanco a los neumáticos y hace un giro de 360 grados sobre su eje, antes de seguir una dirección fija hacia unos conos que simulan de pared. Frena, se baja, dispara, se sube y continúa el camino. El dignatario asignado al resguardo del sargento Rodríguez, seguro agradecerá estar a salvo con tan hábil conductor. Redacción A. V. /Quito.

Fotografías:


 

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