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El último carabinero policial cumplió 99 años y lo celebró con serenata, pastel y anécdotas

Cumplañero

Quito.- El general César Augusto Solórzano es la historia viviente de la Policía Nacional. Él es el último carabinero de la primera promoción de 1940. Este lunes, 23 de noviembre cumplió 99 años y lo celebró a lo grande, en compañía de sus familiares y varios amigos, entre ellos un edecán y varios cadetes de la Escuela Superior de Policía, quienes le llevaron varios presentes.

Solórzano conoció al general Alberto Enríquez Gallo cuando la Policía tenía como nombre Cuerpo de Carabineros y era una institución híbrida policial-militar. El veterano carabinero se refiere a Enríquez Gallo como «un hombre alto, buen mozo y muy cordial, que nos enseñó a ser honestos». El veterano policía tiene una memoria prodigiosa, aunque su cuerpo está afectado por el pasar de los años su mente está lúcida, solo afectada por una ligera sordera.

Fue Comandante General de la Institución en 1966, cuando esta todavía se llamaba Policía Civil Nacional. Para él, la Policía es todo, su vida y nunca dejará de serlo hasta el último de sus días. Recibió a sus invitados en una pequeña sala de su domicilio ubicado en La Gasca. Estaba al lado de su esposa Roxana Naranjo, de 93 años, su gran amor por más de 70 años. Estaba rodeado de sus fotografías cuando era oficial con bigote y profundos ojos azules.


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Recibió una sorpresa por parte de los cadetes de la Escuela Superior de Policía, entre ellos un pastel, un pergamino y una serenata. Esta última entonada por la Banda de la Policía que le dedicó el cumpleaños feliz y la célebre canción Chapita de Ronda. Su emoción fue mayor cuando un cadete le cantó la melodía de Roberto Carlos, Amigo y una cadete le pidió tomarse una fotografía con él, con mucho gusto accedió.

Solórzano es una celebridad tanto en la Policía como en su familia. Cada vez que dialoga todo el mundo escucha con atención. Como ayer cuando contó que la delincuencia siempre fue audaz, aunque en su tiempo había delincuentes ‘nobles’ por así decirlo.

Contó que un día pasó por el Estadio Olímpico y unos tipos le quisieron robar, estaban armados, él también. Así que en vez de poner resistencia les regaló 20 sucres. «Ellos se pusieron tan felices que hasta me regalaron un vaso de trago, con desconfianza boté sin que se dieran cuenta, pensé que era veneno y me llevaron a la casa».

Su esposa tampoco se quedó atrás y contó también que una vez en Guayaquil, luego de una manifestación salieron a un compromiso, pero él tuvo que salir enseguida por sus ocupaciones y se olvidó de ella. «Mi esposo regresó a casa sin mí, pero se dio cuenta que yo no estaba. Estaba cansado, pero apenas se dio cuenta voló a verme», comentó con gracia la señora.

El festejo terminó con el tradicional soplo de vela. Sus cuatro hijos afirmaron que lo que más admiran de su padre es la honestidad, ya que a pesar de ser general solo tiene una casa y nada más. Solórzano se despidió deseando a todos los cadetes que lleguen a ser generales y que sean valientes de corazón y que los espera el próximo noviembre para festejar sus «100 primeros años», afirmó con humor. Redacción O. R. /Quito.

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