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Equinos, elemento clave para la rehabilitación de infantes con Síndrome de Down

Quito.- Desde hace 16 años, la Unidad de Equitación y Remonta (UER) ofrece de forma gratuita el servicio de Equinoterapia. Terapia alternativa para elevar el autoestima y fortalecer la motricidad de niños y niñas con Síndrome de Down, que tengan algún tipo de discapacidad y adultos mayores.

Son tímidos y cariñosos. Su realidad es diferente a la nuestra, al igual que su motricidad y su habla. También su apariencia física. Esos factores producen, en muchas ocasiones, estados depresivos y de inseguridad. Se trata de infantes y adolescentes con Síndrome de Down, quienes asisten a la UER para recibir la terapia.

En Quito, Guayaquil y Cuenca, se ofrece el servicio a fundaciones que atienden a personas con el mencionado trastorno genético. En la capital ecuatoriana son 22, con un aproximado de 500 infantes, que se turnan por la mañana o la tarde. Dedican una hora para la Equinoterapia. Seis caballos son destinados a la actividad, indicó Marlon Ganchala, encargado del Departamento.

Ganchala explicó que la Policía Nacional también pone a disposición fisioterapeutas. Cuentan con seis, más los estudiantes de los últimos años de la carrera de Fisioterapia de la Universidad Central, quienes vienen a realizar sus pasantías a la Unidad.

La Equinoterapia consiste en realizar actividades con el caballo. Por ello, es importante ver el temperamento del equino y su contextura (tiene que ser de tórax grande y manso), comenta Ganchala. El animal aporta energía y calor a la persona, de esta forma, se procede a realizar ejercicios para potencializar la motricidad. Por ejemplo, el movimiento del equino simula el meneo propio de la forma de caminar de un humano. Para los infantes parapléjicos, esta es una forma de experimentar la sensación de caminar y un paso a caballo equivale a cuatro de una persona.

Por otra parte, se pierde el miedo con el animal poco a poco. Para ello, el caballo es «amansado», se lo acuesta en el suelo de arena para que los niños lo acaricien y se recuesten sobre él. Los equinos en una edad de 16 a 26 años, son maduros, por lo que su carácter se presta para esta actividad de forma segura y sin que los participantes corran riesgos.

Ganchala comentó que personas particulares también pueden solicitar el servicio en la UER, para que acudan en la mañana o en la tarde, y poder mejorar la salud de su familiar mediante esta terapia. El tiempo que se dedica a esta actividad es indeterminado, depende del grado de discapacidad. Puede ser de meses o años, aunque, añade Ganchala, puede ser de por vida.

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La Equinoterapia ofrece una confianza única a los niños y niñas. Así logran acoplarse de forma sutil al mundo. Socializar más con las personas, e incluso desarrollar sus capacidades para poder acceder a trabajos, tener una calidad de vida diferente y no sentirse aislado por una sociedad acostumbrada a un ritmo de vida acelerado… a una rutina.

No hablan. Solo expresan de forma multiplicada por mil su alegría innata. Ríen y juegan con los equinos como cuando uno juega con su perro o gato. Su estado es de pureza absoluta; crean una burbuja o un vínculo único en el que solo existe el caballo y la energía que este pueda transmitirles. Al común de los mortales que no puede experimentar ese universo paralelo, la escena transmite ternura y paz.

Comprender su mundo es aún complicado. Sin embargo, para un equino no. El temperamento pasivo del animal, su silencio y sus ojos grandes, permiten crear ese nexo necesario para que ellos se sientan comprendidos por un ser que les emana tranquilidad. Redacción A. V. /Quito.

https://www.flickr.com/photos/ministeriointeriorecuador/albums/72157663358722559


 

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