A un año del terremoto, las mascotas rescatadas cuentan sus historias

Quito.- A un año del terremoto que marcó la historia ecuatoriana, el 16 de abril de 2016, presentamos la otra cara de los rescates, esta vez no a los humanos, sino a las mascotas que quedaron desamparadas tras la tragedia. Estas historias son contadas por sus protagonistas.
En 48 horas pasé de ser un Golden Retriever huérfano, a un perro damnificado y luego a un can bombero. Mi historia empezó donde otras terminaron…
Érase una vez en un pueblo con mar llamado Manta. Vivía en un albergue junto con mis otros hermanos huérfanos, cerca de 30. Era de noche y tenía hambre, cuando de repente todos empezamos a ladrar y en pocos minutos la tierra tembló.
Era de noche. Los gritos de los humanos nos asustaron. Los techos cayeron y los ladridos se callaron. Todos corrieron, bueno, los que pudieron, muchos hermanos murieron aplastados. Otros alcanzamos a correr sin rumbo.
Estaba solo, siempre lo estuve, pero esta vez, si estaba solo y con hambre. Alcanzaba a ver que los edificios estaban destruidos y mucha gente lloraba. Pasaron casi dos días de lo ocurrido hasta que vi a unos hombres con casco rojo que conversaban chistoso.
Manto
“Uy parce y este perrito tan bonito”, dijeron. Enseguida les moví la cola, se acercaron y me acariciaron la cabeza. “Es una chimba de perro, será que le hacemos la vueltica”. Cuando escuché eso me asusté.
Pero enseguida me ofrecieron un pedazo de pan, que no llegué a masticarlo, sino a engullirlo, entonces comprendí que no eran malos.
Esa noche me bautizaron como Manto en honor al lugar donde me encontraron. Me preguntaron si quería ir con ellos a una tierra llamada Ibagué, en un país llamado Colombia. Como no tenía nada que perder y si mucha hambre les dije que si con un lengüetazo.
Me subieron a un carro y desde ese momento recorrimos todo Manabí rescatando personas y escuchando vallenatos. Mis héroes parces se llaman Juan Camilo Castillo, Diego Fernando Aragón y Jorge Altazurra, policías colombianos.
Ellos llegaron al país para apoyar en las labores de rescate en el terremoto de Manabí. Mientras ellos realizaban esas búsquedas yo los observaba desde su camioneta. Como para variar siempre tengo hambre me comí todas sus raciones: galletas, panes, papas, todo.
Cuando regresaron se sorprendieron, “uy Manto qué hiciste parcero, te comiste nuestra comida”, pero al final se rieron y me abrazaron. Luego de cerca de 15 días partimos hacia Ibagué, Colombia. Ahora soy un perro ecuacolombiano y estoy entrenando para ser un bombero voluntario. Esa es mi historia, en fin, cuídense parces los quiero en la buena. Voy a comer.
Balú
Fue amor a primera vista. Ella es la policía más bonita que he conocido. Ningún policía me había acariciado tanto como ella. Pensé que mi nombre era ‘Fuera de aquí’, hasta que ella me bautizó como Balú. Fui adoptado por Gabriela Cárdenas, una agente de la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desaparecidos, Extorsión y Secuestros (Dinased), hace un año.
Mi historia de adopción también empezó desde el desastre, el susto y el olvido. Yo tenía una familia en Pedernales, Manabí, pero aquel 16 de abril nunca más los volví a ver. Viví en la calle hasta que me rescataron y me pusieron en un ‘hospital artesanal’. Allí viví con loros, gatos, conejos, perros, y todos los animales que sobrevivieron al terremoto.
Cuando llegué al orfanato enseguida me dio agua y me dio un poco de pan. Creo que mis risos blancos también la conquistaron. Tenía una cara larga de perro mismo, a cada momento venían personas a retirar a sus mascotas, pero por mí nunca vino nadie. Hasta que una tarde llego Gaby, la dueña y señora de mi corazón y apenas alcancé a escuchar la frase más bonita de todas “me lo llevo”.
Ese día fue el más feliz. Ella me miro con tanto amor que me subió a un vehículo y dijo que desde ahora ella me iba a cuidar. Luego de 12 meses de aquella tragedia, me despierto la mayoría de días abrazado a ella en un sector de Carapungo, al norte de Quito. A pesar de que su trabajo es buscar a desparecidos e investigar a gente que mata a gente, tiene los ojos más dulces del mundo. Ella es Gaby y es mi héroe.
Terry
Siempre pensé que los osos eran animales feroces y que nos comían. Pero descubrí que no todos eran así, porque encontré a uno que me salvó del olvido y no me comió y no es feroz. Aunque todo el mundo lo llama Oso, es un humano y se llama Xavier Ochoa y trabaja en el Ministerio del Interior.
Osito, como le digo de cariño fue enviado a realizar videos sobre el terremoto para el Ministerio y mientras se fumaba un cigarrillo por el estadio de Pedernales, me encontró en el mismo albergue donde estaba el miedoso de Balú.
“Que más pana”, me dijo. Entre los ladridos y quejidos de hambre, de dolor, de desesperación, me acerqué y lo miré detenidamente y pensé, “es un oso muy raro, porque no tiene pelos, ni garras, ni colmillos, en fin, traté de jugar con él y descubrí un vínculo especial, un encuentro del tercer tipo: entre perro y oso.
Ese vínculo terminó con mi adopción, aunque nunca tuve una familia y no sé de dónde vengo, el Oso me dio una madriguera, perdón un hogar. Además, me puso un nombre al estilo manabita y ese es Terremoto Pedernales 7,8, aunque en el bajo mundo perruno del sur de Quito, me dicen Terry.
A un año del encuentro entre perro y Oso, vivo feliz junto con Emiliano Ochoa, el hijo del Oso, es decir, el Osito. Con el juego fútbol y soy hincha del mejor equipo del mundo el Barcelona Sporting Club, hasta tengo una camiseta. Perro y Oso, quien diría la combinación perfecta de solidaridad, de amor y cariño. Redacción OR/Quito.