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Con agallas, fuerza e intelecto se forman las aspirantes a la Policía Nacional

Cuenca.- Un estirón y, en tres tiempos, levantarse de la cama y vestir ropa deportiva. Aún falta una hora para amanecer y el frío nos cobija a todas. Al ritmo de un, dos, un, dos… las aspirantes a policías marchamos al patio central de la Escuela de Formación Policial Cabo Segundo Froilán Jiménez, en Cuenca. Nos alistamos para una nueva jornada.

Mientras trotamos, entonamos canciones relacionadas a la realidad de un policía, algunas letras fuera de rima y con muy poca entonación… pero divertidas. En la sexta vuelta, la respiración se sale del ritmo y entre susurros, las voces de ánimo se escuchan en todas las filas, “vamos, vamos que sí pueden”, gana espacio entre las 93 mujeres.

La siguiente tanda de ejercicios es velocidad y abdominales. Eso nos obliga a tonificar la musculatura. Es notorio que cada una de nosotras controla la respiración para avanzar con la rutina, y al ponernos de pie, continuar con la maratón.

El ejercicio intenso termina y nuevamente al trote nos dirigimos a las habitaciones. Todo tiene su tiempo y espacio… el reloj se convierte en el peor enemigo. Según el reglamento, 25 minutos son suficientes para bañarse, mudarse a un nuevo uniforme, maquillarse, peinarse y nuevamente llegar al patio central.

Ante la exigencia de cumplir las órdenes, la solidaridad entre compañeras no espera. Mientras termino de vestirme, otra aspirante me peina y ubica en orden los accesorios del día. Una de las cosas imperdonables que revisan en las formaciones, es el maquillaje, detalle del que las chicas están siempre pendientes.

Sombras, rímel, rubor y labial son los maquillajes claves en sus carteras. Con un mismo tono de color en los párpados y rubor en las mejillas, salimos apresuradas a la formación. En el trayecto retoco mi labial, ya que el color de los labios de una policía debe resaltar al igual que los ojos.

Es agradable saber que, pese a la rigurosidad de la instrucción, el aspecto femenino y la vanidad propia de las mujeres, se respeta.

Ya en la fila, hemos aprendido de memoria los giros y honores, después de tanto ensayo. Nos solicitan que en tres tiempos indiquemos los pañuelos y luego el papel higiénico… agilidad que me quedó grande. La inspección es detallada, con la finalidad de exigir mayor compromiso y conducta estricta en cada una de nosotras.

En la mesa, el rigor continúa

A la hora del desayuno, la tensión se reduce, pero la disciplina se mantiene. En fila, esperamos nuestro turno para acceder a un vaso de colada, pan, huevo y una fruta, alimentos que refuerzan el cuerpo después del ajetreo físico. En la mesa esperamos a que todas lleguen para sentarnos y desayunar al mismo tiempo. Nadie puede levantarse antes que la compañera termine sus alimentos.

Video:

Este es un ejercicio sencillo que refuerza la solidaridad y el trabajo en equipo, ya que todas deben estar juntas. Durante toda la jornada, se observa esta misma actitud en diferentes actividades.

En el mismo orden del ingreso, todas salimos con las bandejas para lavar la vajilla y colocarla en la cocina. Acto seguido, el aseo es el siguiente paso, tomamos las escobas y limpiamos las instalaciones de la escuela.

En ese tiempo nos relacionamos y aprovechamos para conocer más a las compañeras. Las historias de mayor novedad fueron las que son madres y esposas, quienes evitaron llorar para no retocar nuevamente el maquillaje.

Instrucción

Llega la hora de la instrucción, ahora el espacio son las aulas. La atención frente a la instructora es estática, pero en el tiempo libre, las bromas y juegos están a la orden del día. Las asignaturas de escenario policial, instrucción y orden de seguridad ciudadana son las preferidas por las estudiantes.

La preparación continúa en la tarde y se combina nuevamente con los trotes. Aprovechamos el poco tiempo para cambiar los accesorios y retocar los rostros, para la siguiente revisión. El diálogo o los temas de conversación se cortan en el día, ante las actividades impuestas por las instructoras.

Después de una jornada activa, retornamos a las habitaciones a las 21h00. Con más calma tomamos un baño y ya en las camas, empiezan las conversaciones que quedaron pendientes. Entre sus historias, Gabriela Andrade recuerda cada momento vivido con su hijo y sus padres.

“El tiempo pasa lento en las clases y cuando salimos de franco, el tiempo pasa rápido y toca regresar. La vida de aspirante es dura, no tanto por el trabajo, sino más bien por el sacrificio de dejar a los hijos y esperar cada 15 días para verlos”, comenta Andrade.

Para nuestros padres somos importantes y deseamos que estén orgullosos de nosotros, por ello, Paola Brito se esfuerza porque sabe que en pocos meses se graduará como policía y sus padres se llenarán de orgullo. Esto le motiva y llena de esperanza y valor para continuar con sus objetivos.

Los bostezos se contagian y una a una cae sobre sus almohadas, para recordar a sus seres queridos en sus sueños, que serán interrumpidos nuevamente antes del amanecer. Solo las valientes de corazón y con ´ñeque´ en el alma, llegarán hasta el final del curso, para ser una más en las filas policiales.

Nuevamente llega la madrugada, todas las luces encendidas de la escuela y en el bloque de las habitaciones, se aprecia siluetas en movimiento, listas para otra jornada. El sonido del viento de las 05h00 de la mañana se choca con las pisadas fuertes de las aspirantes que se dirigen al patio, sonido que se prolongará por seis meses más, tiempo en el cual continuarán con su formación policial. OE /Azuay.

Fotografías:


 

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