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Cuatro décadas de historia contadas desde el lente de ‘Cuevita’

Quito.- Conocido como ‘Don Cuevita’, Jorge Enrique Cueva se ha desempeñado durante 39 años como fotógrafo (y otros cargos) dentro del Ministerio del Interior, convirtiéndose así, en la persona con más años dentro de la institución.

A simple vista, es la personificación de lo que muchos conocen como el estereotipo de ‘chulla quiteño’. No solo por sus rasgos físicos (bajito, con bigote), sino también por su personalidad (alegre, carismático, pícaro y colaborador). Las innumerables anécdotas que tiene por contar, solo las habla por extractos, de camino a alguna cobertura, o con los guardias de seguridad del ministro José Serrano.

Consigo lleva religiosamente un chaleco azul con la palabra “Comunicación” bordada con hilos blancos. Prenda que muestra el desgaste de los años y del oficio mismo: la fotografía. Desde ruedas de prensa, noticias, operativos antidelincuenciales, eslabones, hasta visitas internacionales, todo ha sido captado por su lente.

Jamás le he preguntado su edad. Considero que los años son irrelevantes, más aún cuando la vejez no deja que una persona se sumerja en recuerdos, sino que siga activo en lo que le apasiona y que busque cubrir absolutamente todo sin importar lugar, hora y condición.

Por su lente han pasado un sinúmero de ministros. 39 años dentro de una institución es un gran tiempo para ser el espectador principal de constantes cambios, diferentes períodos de mandatos tanto presidenciales como ministeriales y de jefes de comunicación directos.

Desde que lo conocí, lo he visto con traje. Generalmente, los fotógrafos actuales usan el jean y zapatos deportivos como un ‘uniforme’, por la comodidad para desplazarse por diferentes terrenos. Para Jorge, esto es lo de menos. En el lapso de espera para una entrevista me comentó que antes vestía diferente, hasta que un Ministro le dijo que así no debía vestir un fotógrafo ministerial. Al día siguiente, hasta hoy, el pantalón de tela, las camisas, corbatas y levas, son su uniforme.

A Jorge Cueva todo el mundo lo conoce. Desde policías, comandos del Grupo de Intervención y Rescate (GIR), Grupo de Operaciones Especiales (GOE), autoridades de todo el sector público, guardias ministeriales, presidenciales, periodistas, etc… la lista es interminable. Lo he visto bromear con autoridades como el actual ministro José Serrano, Gustavo Jalkh, presidente de la Judicatura, y así sucesivamente. Al momento de hacer una broma o comentario, todos se ríen sin importar los cargos.

El carisma y el humor picante lo caracterizan. Con ‘Don Cuevita’ no se puede trabajar ‘seriamente’. El transcurso de una cobertura a otra, transitando por las aglomeradas y angostas avenidas de Quito, es un chiste. Siempre forma una especie de ‘pandilla’ con quien vaya dentro del automóvil, y las anécdotas surgen más rápido que el tráfico o los comentarios como los hermosos zapatos de alguna fémina que aparece, su abrigo, etc. Sí… es el primer hombre que conozco que observa la vestimenta de los demás.

En sus inicios, antes de ser miembro oficial del Ministerio del Interior, tenía un estudio fotográfico y se desempeñaba como fotógrafo en la Plaza Grande. Además, por mil sucres, llegó a ser detective fotográfico. Con su cámara comenzó a seguir parejas y retratarlas en esos momentos de infidelidades.

Eso sí, siempre guardó la ética. Una vez entregado el material al cliente, destruía todos los negativos de las fotografías y jamás hizo la ‘contra’ al cliente ni comentaba sobre las personalidades que eran captadas por el lente en hoteles, restaurantes, bares.

Los años de experiencia convierten a Cuevita en un consejero innato. En mi primer día de trabajo, luego de cubrir mi primera rueda de prensa, sin experiencia de la presión del trabajo dentro del Ministerio del Interior, se acercó y me dijo: “Mijita, redacte rápido para que vean que usted puede”. Sin preguntar qué, cómo, cuándo, etc. Mecánicamente hice mi trabajo… luego comprendí el asunto.

Es muy cauteloso y precavido. Luego de retratar algún evento, saca una libretita color azul y un esfero, y como conoce a todo el mundo, sin preguntar anota el nombre de personajes para los pies fotográficos. También escribe los números de teléfonos para ponerse a las órdenes de quien necesite que se cubra un evento.

Su cámara fotográfica marca Nikkon, un par de lentes para la misma y un bolso negro que lo guarda recelosamente, siempre están listas al igual que él, en las instalaciones de la Dirección de Comunicación, a la espera de un evento para continuar llenando los registros fotográficos que ya tienen 39 años recopilados en su memoria y en CD que yacen en esta Cartera de Estado.

Querido por todos

La sala para ruedas de prensa y reuniones ministeriales lleva su nombre. Eso respalda el cariño, aprecio y respeto que el Ministerio y los servidores públicos que lo conforman le tienen.

Para el escritor Víctor Hugo, los 40 son la edad madura de la juventud. Los 50, la juventud de la edad madura. Juventud de la edad madura en la que sin duda Jorgito se quedó.

A su edad, sus canas y piel arrugada por el paso de los años no le quitan su corazón joven. En un curso con todos los integrantes de la Dirección de Comunicación del Ministerio, él participó en todas las actividades en las que incluso, algunos ‘jóvenes’, se resistieron a ejecutar.

Sin dudarlo y para recordar viejos tiempos, emprendió el ascenso de una torre de 10 metros de altura por unos escalones metálicos. Una vez en lo alto, recogió arneses, casco, guantes, sogas y practicó rapel sin ayuda de ningún instructor.

Esto apenas fue el principio. Luego pedaleó más de 50 metros, en bicicleta, por una vía, para luego con el cansancio, recoger la pistola, el casco, balas de pintura y perseguir a un ‘delincuente’ que se escondía entre una casa hecha de llantas viejas.

Para finalizar el día como miembro del Grupo Especial Móvil Antinarcóticos (GEMA), junto a dos colegas, se enfrentó a quemarropa con tres personas. El resultado, un par de moretones por las balas de pintura. No denotó dolor alguno, más bien felicidad por el día ajetreado y divertido que pasó como un joven más, pues la adrenalina pudo más que el cansancio.

Una vida entera de fotografía

A veces las historias uno no las busca, llegan solas. Sentada en el monasterio del Carmen Bajo, como si fuera una de las paredes más que guardan secretos, fui espectadora de la historia fotográfica de Jorge. Sin darse cuenta que tomaba nota de los detalles de su conversación con uno de los guardias del Ministro, habló de corrido.

Sus inicios fueron como fotógrafo en la Plaza Grande. En esa época, el fotógrafo era bien pagado y respetado. Las autoridades de Carondelet lo llamaban para que realice fotografías de los eventos que se daban en el Palacio Presidencial.

También acudía a fiestas, matrimonios, bautizos, etc., por 50 o 60 sucres en ese tiempo. Con el pasar de los años, le pidieron que fuera fotógrafo en el entonces Ministerio de Gobierno, hace 39 años.

Desde esa época, en 1976, recorrió los pasillos de esta institución saludando, tomando fotos, bromeando, colaborando. El miedo no es una palabra que conozca, pues fue principal espectador del derrocamiento del expresidente Lucio Gutiérrez; las constantes protestas en la plaza San Francisco o la Plaza Grande, entre otros hechos oscuros que interrumpieron la tranquilidad de esta nación.

De Jorge Cueva, tres páginas a letra Calibri 11, me quedan cortas. Es uno de los pocos personajes de los que podrían relatar su vida entera en unas 600 hojas para un libro. Sencillamente él es uno de los patrimonios y libros vivientes del Ministerio del Interior, que no dudará un segundo para conversar, contar historias y conseguir una que otra carcajada de sus compañeros. Redacción A. V. /Quito.

Fotografías:


 

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