El 16 de abril marca una fecha de unión y solidaridad entre Policía Nacional y ciudadanía

Portoviejo. “Una cosa es vivirlo y otra contarlo”, dice el capitán Cristian Flores, jefe de la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) en Manabí, cuando recuerda lo que vivió junto a sus compañeros y la ciudadanía, la noche del 16 de abril.
En su relato transmite melancolía, pero a la vez fuerza y emoción de saber que junto a sus compañeros pudo rescatar varias vidas. Estaba como segundo al mando del operativo de seguridad en el estadio Reales Tamarindos, donde participaban alrededor de 200 uniformados e iba a disputarse el partido Colón Fútbol Club versus Liga de Portoviejo, por la serie B del campeonato nacional. Minutos antes de las 19h00 sucedió el terremoto y en el escenario deportivo, las personas que estaban en los graderíos altos querían ingresar a la cancha pero no podían por las mallas. Esto provocó que varias personas sufran de fracturas en brazos y piernas.
“Una cosa es vivirlo y otra contarlo”, dice el capitán Cristian Flores, jefe de la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) en Manabí, cuando recuerda lo que vivió junto a sus compañeros y la ciudadanía, la noche del 16 de abril.
“Hicimos todo lo posible para ponerlos a buen recaudo. Al salir de ahí pudimos observar las nubes de polvo que salían del centro. Fue algo muy impactante y conmovedor. Ver una ciudad totalmente destruida, pero de igual manera sentí un orgullo como policía al ver que mis compañeros, sin necesidad de disponer o recibir órdenes, salieron a colaborar con la gente”.
El capitán corrió desde el estadio hasta la calle Chile y Francisco de P. Moreira, donde su primera impresión fue escuchar a una señora embarazada que gritaba pidiendo ayuda, desde un segundo piso. Llegó hasta el balcón, subiendo una cima de escombros y un aspirante ingresó por la puerta. Al verla la sostuvo entre sus brazos y le dio ánimos porque ella no podía moverse, su estado era de shock. Entre cuatro policías la recibieron en la parte baja hasta ponerla a buen recaudo junto a su esposo e hijos.
Otra señora se quejaba en la parte de arriba de una loma de escombros, su pierna se encontraba atrapada. “Hubo mucha gente que nos ayudó, nos prestaron martillos y sierras, hacíamos todo lo posible por sacarla y cerca de ahí un adolescente pedía que no nos movamos mucho porque su madre y sus familiares se encontraban debajo de los pedazos de hierro con cemento”, contó.
Después de unos minutos liberaron a la señora. Mientras intentaban sacar a la madre del adolescente, se percataron de un señor que estaba arrodillado debajo de una losa y varias varillas. Para ayudarlo a salir utilizaron un fierro que normalmente sostiene las lámparas de alumbrado público, y lo metieron debajo de la losa, levantaron un poco y el ciudadano logró salir.
Junto a él había un niño de aproximadamente 5 años de edad, con lodo y sangre en su cuerpo. “Un compañero motorizado lo recogió entre sus brazos y en su desesperación me preguntaba una y otra vez, ‘mi capitán mire si el niño respira’. Me acerqué y el niño respiraba. Corrimos hasta la esquina del parque Eloy Alfaro, pasó una camioneta, la detuvimos, el compañero policía se embarcó y se llevó en sus brazos al niño hacia el hospital”.
“Al ser la Policía Nacional el ente de socorro que se encontraba en las calles, las personas nos gritaban de todos lados, policía ayúdeme. Dimos no el 100 %, sino el 1.000 % por colaborar con la ciudadanía. Al ver a una persona que sale con vida por el trabajo y esfuerzo, uno siente algo en el corazón que compensa todo el sacrificio. No importa que te hayas lastimado o cortado. Lo que importa es la satisfacción del deber cumplido”, indicó.
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Pensaba en su familia
Mientras ayudaba a la gente pensaba en sus hijos, esposa y madre, porque cuando sucedió el evento natural, las comunicaciones colapsaron. Intentaba hablar con su familia pero no podía, entonces pensaba que al servir estaba ayudando a sus hijos y que tal vez, como no sabía si la destrucción era solo en Portoviejo o en todo el país, se imaginaba que un policía iba a estar igual socorriendo a su familia en Imbabura. En ese momento lo hacía con más fuerza, garra y ganas.
Lo más doloroso para el capitán Flores, acostumbrado a trabajar con menores de edad, fue que cuando llevaban los cuerpos sin vida a la Unidad de Criminalística se encontró con el compañero motorizado, quien llorando le dijo “capitán el niño no llegó hasta el hospital”.
Sacaron muchos heridos y fallecidos. El oficial Flores comenta que el rol policial de servir y proteger se vivió en aquellas largas horas, debido a que ayudar fue algo instintivo que está en la sangre policial, desde los que se están formando hasta el policía más antiguo. Redacción L. R. /Manabí.
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