La discriminación se escuchaba hasta en la radio de los patrulleros

La primera promoción de mujeres policías oficiales se graduó en 1983. Han pasado más de 30 años desde que Ellas buscaron este lugar negado en la sociedad y destinado a los hombres. Hoy son el 10% del personal de la Institución. Su trabajo y eficiencia es reconocido en todas las esferas del poder, por la misma Policía Nacional (PN) y por la historia.
No le teme a la velocidad. Tampoco le asustan las alturas. Menos todavía dar órdenes a 31 hombres más grandes y fuertes que ella. Se trata de Soraya Ávalos. Mejor dicho “mi subteniente Ávalos”, como se la conoce en el Ministerio del Interior, donde trabaja desde hace 20 meses.
Su temple y dedicación dentro y fuera de la Institución policial, la convirtieron en Jefa de Guardia de esta Secretaría de Estado, en septiembre. Una insignia que forma parte de su impecable uniforme verde aceituna revela que no es una oficial común.
Este distintivo se lo ganó cuando realizó el Curso de Motoristas en España durante tres meses. Ella fue la primera mujer policía extranjera en ese país en asistir a este evento. La designación a este curso fue ordenado por el Ministro del Interior José Serrano, ya que ella también es la única mujer en formar parte de los Pájaros Azules. Este grupo motorizado acrobático formado hace 30 años en la Policía Nacional.
A estas actividades hay que añadirle su especialización en labores de Inteligencia y de Protocolo. “Ella es muy inteligente”, comentan sus compañeros, superiores y subalternos. Su capacidad de aprendizaje y su disciplina es admirable señalan otros, sobre todo por el riesgo que representa hacer acrobacias sobre motos en marcha.
Sin embargo, para la coronel Gabriela Gómez, jefa del Distrito Quitumbe, sur de Quito, el trato no fue así siempre. Al principio, el machismo reinaba y todo era militarizado. Ella fue una de las primeras oficiales graduadas en 1983. ”Nos exigían los mismos ejercicios que los hombres y luego de tres años de instrucción física algunas compañeras terminaron con peritonitis e inflamación a los huesos”, recuerda.
Desde su escritorio perfectamente ordenado en Quitumbre, la coronel cuenta que antes la discriminación se escuchaba hasta en la radio de los patrulleros. Con asombro cuenta la primera vez que ella y sus compañeras se reportaron por radio a la Central “Enseguida los hombres nos contestaban que nos vayamos a la cocina, además de la utilización de términos despectivos como la palabra machonas”. Ahora los mismos compañeros que se burlaban, se cuadran frente a ella y se dirigen con respeto diciéndole mi coronel.
Según los datos de la Dirección de Personal, en la Policía Nacional laboran 4 400 mujeres el 10% de todo el personal policial. De ellas 400 son oficiales y 4 000 policías de línea. Dentro del total 3 044 laboran en el campo operativo y 1 356 en el administrativo.
Estas estadística se explican ya que en los rangos de Tenientes Coroneles, Mayores y Capitanes los cargos administrativos aumentan para las oficiales porque la mayoría deciden ser madres y cuidar sus estados de gestación.
Pero para poder ascender a rangos de Coronel y General deben volver a la parte operativa. En la actualidad, hay seis mujeres coroneles que tendrán en los próximos tres años la oportunidad de ascender a generales.
Un día normal para una coronel empieza a las 5:45 y se extiende hasta las 22:00. No hay feriados ni días francos (libres). Sin embargo, para Gómez su familia es su fortaleza. Su esposo y sus hijos han comprendido su trabajo. Ella les brinda calidad de tiempo y ellos lo devuelven con compresión.
La coronel Gómez indica que ingresó a la Escuela Superior junto con 100 compañeras, pero se graduaron solo 48. Después de un tiempo fueron 26 y luego de 30 años quedaron seis. “Eso porque algunas se casaron y los esposos no querían una mujer policía, sino una mujer en la casa cuidando a los hijos”.
En el plano del trato diario, Gómez cuenta que el papel de la mujer en la Policía tiene más ventajas que desventajas. “Un policía se siente más motivado con una jefe mujer, porque no les grito, les hablo más como madre, como esposa, como a una hija” comenta.
Esas palabras son respaldadas por el general de Distrito, Diego Mejía, Subsecretario de Policía. Su motivación radica en tener una mujer como asistente porque son “eficientes, ordenadas e incorruptibles”. De hecho, el general es una de los pocos oficiales que prefieren trabajar con mujeres que con hombres.
Mejía explica que en la Subsecretaría se maneja información delicada y a veces reservada y qué mejor que una asistente para este tipo de misiones. “Lorena es una mujer admirable porque es muy eficiente en su trabajo a pesar de que a veces hay que quedarse hasta tarde en la oficina ella se da tiempo para ser madre y esposa, es admirable” dice.
Todas estas palabras de consideración se dirigen hacia su asistente, la capitán Lorena Ávila. Nunca pasa desapercibida. Su carácter es la perfecta combinación entre belleza e inteligencia, entre feminidad y lealtad.
Ella afirma que la labor de la mujer en la Policía es importante porque hay procedimientos que solo los puede hacer una mujer como cacheos a otras mujeres o trabajo con la comunidad por la paciencia que necesita esta labor.
Tampoco para ella el camino ha sido fácil. El machismo todavía radicado en las instituciones del orden le pasó factura cuando un militar la agredió en un operativo de seguridad que estaba dirigiendo. Sin embargo, para ella son gajes del oficio.
Su esposo también es policía, es teniente de un grupo especial. Para Ávila, la convivencia entre policías es una experiencia que se basa en la comprensión. El tiempo y las obligaciones son su mayor adversario.
Cuando se le pregunta ¿Quién manda en su relación? Ella responde entre sonrisas que fuera de la casa ella por tener un rango más alto, pero dentro, los dos. Los compañeros de su esposo lo molestan ya que le dicen “que no puede llegar tarde porque si no su esposa le ordena hacer 20 de pecho”, cuenta.
Los peluches en la Escuela Superior
Entrar a la Escuela Superior de Policía Alberto Enríquez Gallo es conocer un mundo poco conocido donde se forja lo estricto pero también lo femenino en el caso de las cadetes, futuras oficiales de la Policía.
“Todo empiezas aquí”, dice la mayor Beatriz Benavides quien es la jefa de Estudios de la Escuela Superior. Para ella, las mujeres son el mejor complemento que puede tener esta Institución destinada al principio solo para hombres. “No somos rivales, no somos mejores o peores, somos el complemento que faltaba”.
La vida en la Escuela empieza a las 04:00 donde las cadetes deben bañarse y prepararse para los primeros ejercicios del día. Sobre todo correr para mantener la condición física necesaria. Dependiendo del año que cursen las cadetes las tareas son distintas.
“El arma se debe tomar con las dos manos y contener la respiración”, afirma la cadete quiteña Dayana Picón, mientras observa una practica de tiro en el aula virtual. Sus ojos verdes combinan con su uniforme. De hecho “todo debe combinar con el uniforme sobre todo el maquillaje y el peinado”, comenta.
Sin perder la feminidad y con un toque de vanidad, Picón explica que el maquillaje debe tener una coloración café en todos sus matices dependiendo de la piel de la joven que lo use. “Yo utilizo un labial color frambuesa con un delineador rojo y me recojo el cabello hacia atrás, todas debemos estar así, por eso se llama uniforme”, sonríe coqueta.
Si la imagen es importante, los sentimientos lo son aún más. Por ello las cadetes no duermen solas, sino acompañadas de sus peluches que tienen nombres y son sus compañeros de dormitorio. Por ejemplo “Vladimir” que es el mejor amigo de la cadete Rubí Morillo.
Ella afirma que fue un regalo de su padre y le puso ese nombre porque es el nombre de hombre que más le gusta. Mientras ella realiza su rutina diaria, su “hijo” descansa sobre su cama. Hay veces en que “el encierro y estar lejos de tu familia te deprime y que mejor que un abrazo para compensar la soledad”.
“Mi cadete Morillo” como se la llama comúnmente afirma que lo que más le ha costado es estar lejos de sus padres que viven en Pimanpiro, Imbabura, de donde es oriunda.
Está en tercer año de preparación y se ha acostumbrado al agua fría y a las órdenes. Pero “todo pasa, estoy segura que este esfuerzo valdrá la pena, todo por amor a mi país y al servicio de los ecuatorianos”.
Ellas son parte de las 164 cadetes que se están formando en esta temporada en la Escuela Superior. En un año y medio se graduarán de oficiales y se pondrán a las órdenes de sus superiores distribuidas en todo el país.
Seguras de si mismas, las coroneles, mayores, capitanes, subtenientes y clases son parte de una institución que se fortalece con ellas y que detrás de sus férreos uniformes verde aceituna hay corazones que laten de amor al prójimo.
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Antes, la discriminación se escuchaba hasta en la radio de los patrulleros.