La labor policial más allá del deber
Quito. Con apenas 27 años de edad y una carrera policial por delante, Julián Salguero Delgado, miembro de la Unidad Antisecuestro y Extorsión (Unase), falleció en un accidente de tránsito ocurrido en Manabí.
«Disfruta el momento y no confíes en el mañana». Ese era el lema. Frase de vida y de trabajo. Más aún cuando la vida no se la tiene ‘comprada’ y que cada amanecer es un regalo para los uniformados que arriesgan su vida, 24 horas al día.
Con 18 años y una mayoría de edad por descubrir, Julián tomó la decisión más importante de su vida: convertirse en miembro de la Policía Nacional y dejar a un lado fiestas o diversiones propias de cualquier adolescente, a esa edad.
No lo conocí. Su fotografía me es familiar y pienso que tal vez estuvimos en algún operativo, juntos.
Al ver su mirada de orgullo con el uniforme verde olivo, atrevidamente asumo que su corazón noble y espíritu honesto lo impulsaron a ingresar a las filas del orden.
Cuando uno se entera de noticias fatales, es inevitable no pensar en la familia cuando está lejos y sólo sientes el abrazo del paisaje andino. Lo mismo ocurre con un policía, más aún si fue destacado como Julián. De seguro hubo momentos en los que representó un asiento vacío por el cumplimiento del deber.
Dentro de la Escuela Superior de Policía no sólo fue un estudiante de honor que llegó a escolta de la bandera del Pabellón Nacional. El deporte fue una afición que jamás dejó por lo que formó parte de la selección de fútbol de la escuela.
Como subteniente, formó parte del Grupo de Operaciones Motorizadas (GOM) en los cantones de Naranjal y Milagro, provincia del Guayas. Veo de nuevo su foto. Su mirada también demuestra tenacidad, perseverancia y amor por lo que se cree y se hace.
Dentro de las filas del GOM, Julián llegó a formar parte de la escolta legislativa. Posteriormente, en el 2013, su carrera tomó otro rumbo. Uno más arriesgado y con más desafíos que estuvo dispuesto a enfrentar. Entró a la Unase. Ahí prestó su talento humano y capacidad investigativa para poder rescatar a personas secuestradas y librar a otras del peso de una extorsión.
Era más que un amigo. Era un compañero. En un texto me comentan que Julián era respetuoso y amable. Humilde. Un joven que compartía sus victorias con sus compañeros y que siempre se preocupaba por el bienestar de su equipo.
En su fotografía luce serio, pero a la vez denota que es de esas personas que pese a la distancia extiende una sonrisa que te hace sentir cerca y protegido con un consejo o una frase de aliento. » disfruta el momento, no confíes en el mañana» era el lema. En otra foto él sonríe. Sin duda vivió su profesión a cada minuto, feliz. De esa felicidad que llena el alma cuando ejerces lo que amas.
Una mala jugada del destino apagó su mirada. El viernes 25 de septiembre se encontraba en las instalaciones del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) de Manta. Ahí, Julián como policía destacado y proactivo que buscaba ser el mejor en lo que ama y hace, estaba realizando prácticas de un simulacro de interferencia ilícita con la toma de rehenes.
Las prácticas fueron un éxito. Era la hora de receso, previo a continuar con el entrenamiento, cuando alrededor de las 13h00, en la vía a Puerto Atún, sufrió un accidente y falleció.
Entre mis manos tengo la última fotografía de Julián. En esta ocasión es una diferente. Vestido de civil, con la misma mirada de orgullo. Antes de terminar esta nota, pienso en lo irónica que es la vida. En lo irónica que puede ser una profesión, en la que pese a los riesgos sales vivo y en el momento que menos imaginas tu mirada se apagó. Redacción AV/ Quito.