La sensibilidad y la fortaleza no se contradicen en el espíritu de una mujer policía

Quito.- La puerta de la casa se abre y del interior aparece una figura femenina que llama la atención del equipo periodístico completo. De larga cabellera perfectamente peinada, lleva un vestido negro que, a pesar de no ser ajustado, deja ver su cuidada figura, seguramente fruto de una vida ligada de alguna manera a la actividad física.
Ximena nos recibe con amabilidad y sin mayor preámbulo, luego de sentarnos, empezamos la conversación. Ella cuenta que en la infancia soñó con ser muchas cosas, pero a medida que pasó el tiempo, las puertas de la Policía Nacional se le abrieron y no dudó en ingresar para ser instruida como mujer policía.
Aunque hay varias preguntas en mi agenda, no puedo esperar para saber si viéndola en su faceta de civil las personas la relacionan con la Policía Nacional, ella ríe y dice firmemente, no. “Muchas personas me han dicho que no parezco una policía, al menos no como ellos la imaginan”, ríe nuevamente.
¿Por qué? “Supongo que es por el paradigma o el mito de la rigidez, de la dureza y de la figura inhibida, yo no tengo mucho de eso, y creo que la mayoría de mis compañeras tampoco”, asegura.
¿Su vida como policía?
Después de graduarse y ceñirse el uniforme, su primer pase la llevó a la Dirección Nacional de Tránsito, cuando esa era una función de la Policía Nacional en la ciudad de Quito. “Mientras dirigía el flujo vehicular, un bus casi me enviste, talvez mi condición de mujer me mostraba vulnerable, pero luego del incidente mi postura fue firme, lo que llevó a que el inconveniente se resuelva, con la respectiva sanción, y las disculpas del transportista por iniciativa propia”, nos cuenta.
Con este incidente Ximena entendió que la experiencia le daba eficiencia en el actuar, sin importar las funciones desempeñadas. Serena dice: “vencer el miedo es lo importante, luego es simplemente ejercer la autoridad que te ha sido dada y la ciudadanía la reconoce”.
¿Qué hay de su uniforme?
Con agudeza en sus palabras y frunciendo a ratos el ceño dice: “el verde aceituna es el símbolo de cada policía, cuando uno se lo pone siente el amor a la institución, te sientes comprometida a cumplir a cabalidad tus funciones, para lo que te preparaste tanto tiempo, te sientes parte de ella. Cuando te metes dentro del uniforme puedes irradiar tu esencia de ser mujer policía”, comenta.
Para nuestra anfitriona, una mujer es digna de felicitación cuando ha decidido formar parte de las filas policiales. “Las mujeres le dan una identidad sublime a la institución. Es admirable ver a coroneles mujeres a un paso de convertirse en generales, eso es gratificante para quienes vamos detrás, llena de orgullo saber que llegaron tan lejos. El liderazgo es muy valedero para la institución”.
¿Tacones y vanidad latentes o presentes?
Sin descuidar tus responsabilidades es posible darle tiempo a todo, ser amiga, madre, esposa y por supuesto mujer, asegura.
“Detrás del uniforme hay muchas más cualidades que no se exponen de una persona, a veces incluso te escondes en esas prendas, pero fuera de este hay una mujer con un sinnúmero de virtudes y por supuesto la coquetería que nos caracteriza. De hecho, sin uniforme podemos pasar inadvertidas, como cualquier ciudadana, y eso da cuenta de nuestra esencia, somos mujeres”, advierte.
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¿En qué momento llegó el amor?
Entre pitos y vehículos conoció el amor en un compañero de profesión, mayor a ella con cuatro años, es el padre de sus dos hijos, Heinz y Emily, de ocho y siete años, respectivamente.
La maternidad la tomó con mucho optimismo, más aún cuando recibió el respaldo de su círculo laboral. En ese entonces estaba en el servicio de Migración y asumió funciones en el área administrativa. Ximena dice ser testigo de la evolución de la institución policial en esa área, pues el ser humano es altamente valorado detrás del uniforme, señala.
Al consultar de su estilo de vida en la cotidianidad, ella se toma tiempo para responder. “Como uniformada, mi vida tiene puesto el acelerador, y junto a mi están mi esposo y mis hijos, a veces me siento culpable por llevarlos a mi ritmo pero luego creo que también es su vida y que así somos”, nos dice mientras mira por la ventana, como si esperara a alguien.
¿La maternidad cambia la vida de una mujer?
Desde afuera se escuchan risas y gritos y ella se levanta presurosa, pide permiso y dice que sus hijos están llegando. Abre la puerta y ahí están sonrientes, saludan y en unos segundos vuelven a desaparecer, tras el pedido de su madre de que tomen un baño.
Retomamos. Evidentemente contenta por la presencia de sus pequeños, como ella les dice, decidimos hablar de esa otra faceta que experimenta, la de madre.
“Ser madre me ha convertido en una mujer fuerte y también sensible. Vivir procedimientos policiales en los que miras a mujeres e hijos maltratados te desarma, cuando eres madre cambia la visión de una mujer. Se convierte en una fusión entre la dama de hierro y un corazón vulnerable. A veces las circunstancias pueden destruirte internamente pero ahí aparece la habilidad nuestra de reponernos y levantarnos, siempre con un aprendizaje”.
¿Algún episodio de miedo o impotencia?
“Mi esposo, Santiago, es comando del Grupo de Intervención y Rescate (GIR). Él me despierta mucho orgullo y admiración. Precisamente de con él nace mi mayor experiencia de miedo como mujer y policía”.
En el año 2010, Santiago era parte de la guardia presidencial, él fue quien condujo el carro en el que evacuaron al señor presidente, el 30 de septiembre. “Froilán Jiménez cubría la ventada en la que estaba mi esposo, solo de pensar que lo ocurrido a su compañero pudo pasarle a él, se cae el mundo para mí”.
No puede evitarlo, todos en el lugar miramos sus ojos cristalizarse. “Los sentimientos que te embargan en esos momentos no son los de una policía, son los de una mujer, con temores y sintiéndote vulnerable. Gracias a Dios, hoy tenemos un héroe vivo en casa y ese es mi gran orgullo.
¿El futuro le genera expectativa?
“Hay varias facetas que quiero cumplir. Ser una buena madre, esposa, hija. Creo que es muy difícil mantener un matrimonio dentro de la institución por las grandes exigencias que tenemos al ejercer nuestro servicio, y esa es una de mis grandes metas”. Por supuesto el esfuerzo para Ximena supone capacitación y aporte a la Policía Nacional, “gran parte de lo que soy y lo que tengo es gracias a la institución y la gratitud es una de las mejores virtudes que como mujeres podemos tener. Ser la mejor en cada área de mi vida es mi objetivo”.
Tras 10 años de servicio, en pocos días Ximena Zapata recibirá sus insignias de capitán de la Policía Nacional, para ella el mayor valor de una mujer, indistintamente de su profesión es su dignidad y autoestima, aquellas que deben estar por sobre todos. Que una mujer haya decidido atravesar un largo y duro periodo de formación para ser policía dice mucho de quien tomó esa decisión, por eso, “debemos ser como un escudo que nadie debe derribar”, nos dice.
Antes de despedirnos nos muestra algunos recuerdos, entre ellos, fotografías en las que podemos verla de uniforme. Su promoción la conformaron 10 mujeres y 210 varones. Relajada y esbozando una vez más la sonrisa a la que nos acostumbró a lo largo de esta entrevista cuenta que, “ellas están en diferentes lugares prestando servicios, cuando podemos nos reunimos y como buenas mujeres nos dedicamos a compartir las muchas vivencias que experimentamos”.
En su hogar ella se desenvuelve con naturalidad, ese es su ambiente desde donde es demandada como madre, esposa, amiga y por su puesto como Mujer Policía. / Redacción Quito.
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