Para ser un buen profesional, primero hay que ser un excelente ser humano.

Quito. Su nombre es Luis Fernando Hidalgo Pérez, guayaquileño, de la leva del 91, cristiano. Es policía desde hace seis años y labora en el Circuito Guasmo 4, en la provincia del Guayas. A simple vista es un agente sencillo que trabaja por la seguridad de los ciudadanos.
Pero tiene algo en particular. Se tomó muy en serio la consigna de salvaguardar el bien de todos los ecuatorianos. Sí, de todos, incluidos los ‘otros ecuatorianos’, los olvidados, los de cuatro patas: los perros callejeros. Hidalgo salió del anonimato virtual en estos últimos 15 días por una sencilla acción, ayudar a un can que fue atropellado y que estaba al borde la muerte.
Esta es una historia de amistad, solidaridad y amor al prójimo, que se viralizó en redes sociales a través de una fotografía que él posteó en su cuenta de Facebook, en la primera semana de febrero. Esta alcanzó decenas de likes y fue compartida miles de veces por otros usuarios, con felicitaciones de por medio.
Su accionar llamó la atención de los usuarios de las redes sociales y de los moradores de la zona donde labora. Sin imaginar la trascendencia de su acto, Hidalgo vive una especie de fama junto con su ahora amigo inseparable, Pirata. Lejos de la fotografía en la red social, Hidalgo comentó que rescató a Pirata por amor a los animales, pero sobre todo por amistad.
Esta relación se cultivó seis meses antes, cuando Pirata llegó a la Unidad de Policía Comunitaria del Guasmo 4 (UPC). El can es hijo del olvido y nieto de la calle, nadie conoce de dónde vino, ni su historia antes de encontrarse con su amigo humano. Hidalgo contó que el perro estaba hambriento y cansado, buscaba un rincón donde poder dormir y comer.
Enseguida su mirada profunda, acompañada de melancolía, conmocionó a los agentes que ese día le brindaron un espacio en la UPC y le dieron comida. En forma de agradecimiento, Pirata, que en ese momento fue bautizado como Blanquito, los premió con juegos y cuidando la unidad policial mientras los agentes patrullaban el sector.
Así pasaron los días y las semanas, hasta que Blanquito se convirtió en un ‘bodi’ más para los policías. Sus nuevos amigos lo bañaron y le compartieron comida. Era el mimado de todos, en especial del policía Hidalgo, con quien compartía conversaciones, uno que otro hueso y las famomas ‘quedadas’ (turnos). Él, como buen amigo, les pagaba con lealtad y con una que otra lamida en muestra de cariño.
El 1 de febrero, la vida de Blanquito cambió. El agente Hidalgo comentó que entre sus recorridos en el sector, un vehículo lo atropelló, dejándolo malherido y tirado en el piso. El golpe había afectado uno de los ojos del can. Los vecinos avisaron a los agentes para que lo vayan a rescatar, entre ellos su mejor amigo, el policía Hidalgo.
Blanquito no se movía y al parecer solo esperaba la muerte. “No podía abandonarlo, a los bodis y a los amigos no se los deja y enseguida lo llevé a la veterinaria Scotty que queda en el sector, allí el veterinario amigo nos ayudó y lo operó”.
Luego de varias horas, el resultado del médico fue que Blanquito sobreviviría, pero sin uno de sus ojos. El diagnóstico fue recibido con alegría por parte de los amigos humanos de Blanquito, quien fue rebautizado como Pirata. Los gastos fueron cubiertos tanto por la veterinaria como por Hidalgo, quien ahora busca un hogar para su amigo.
“Nosotros juramos ayudar a todas las personas y a todos los seres vivos, yo lo hice por amor a los animales”. Hidalgo señaló que esas pequeñas acciones pueden inspirar al resto de policías y a la ciudadanía a ayudar a otros perritos en desgracia. El policía contó también que está en negociaciones con su madre y su hermana para poder llevar a Pirata a su casa, en la Isla Trinitaria.
Dentro de las conversaciones entre bodis, Hidalgo dijo que la tragedia los ha unido como amigos y que su sueño es que ambos sean parte del Centro Regional de Adiestramiento Canino (CRAC). “Quizá alguno de los dos lo logre”. Redacción O. R. /Quito.
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