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Porte, elegancia y valentía son las características indispensables para proteger a los dignatarios

25 alumnos del Instituto Tecnológico Superior de la Policía Nacional (ITSPN) participaron del curso de Protección a Dignatarios dirigida por el personal del Grupo de Intervención y Rescate (GIR) de la Policía Nacional.  Esto como parte del pénsum de la materia de Seguridad Pública.  Los agentes, entre oficiales y clases aprendieron los secretos de cómo salvaguardar la vida de un presidente, ministro o personalidad importante.

En la calle es una sombra. La espalda de algún político o algún alto funcionario. El parachoques de un ministro o el salvavidas de un presidente. Está en primera línea de fuego, y lo sabe. Es un escudo humano y debe sacrificar su seguridad personal por la de un individuo, con el que la mayoría de las veces, ni siquiera ha cruzado un par de palabras.

Se trata del protector, escolta o guardaespaldas. Todos se visten siempre de terno, usan gafas y tiene dos tics nerviosos: el uno cuando lleva su mano izquierda a su oreja para tocar su comunicador  y el segundo cuando lleva su mano derecha a la cintura donde se encuentra su arma, celosamente escondida en su pantalón.

Es cerca del mediodía en el patio de ceremonias del GIR. El sol calienta el pavimento cobijado por el lema “En el alma Dios, en el corazón Patria y en la sangre Policía”.  Los 25 agentes escuchan con atención las recomendaciones del instructor, el cabo primero Javier Rodríguez.

Rodríguez les recomienda que no deben ponerse nerviosos y que siempre tienen que estar alerta a cualquier movimiento y cubrir siempre al VIP (Very Important Person). Éstos pueden ser presidentes, ministros, secretarios de Estado y personalidades importantes.

Prácticas realistas
Con una voz que demuestra seguridad indica que lo que se realiza en estas clases es crear el perfil del protector, “iniciamos con clases teóricas y después realizamos las prácticas, no solo personales sino con vehículos simulando atentados de todas las formas posibles, queriendo que los ejercicios sean los más cercanos a la realidad”, señala Rodríguez.

Por ello, los agentes están vestidos con terno y corbata. Aunque al final del entrenamiento terminarán con manchas y con los pantalones rotos. Pero lo importante es aprender y sacar una buena calificación, dicen.

Rodríguez es miembro del GIR y ha realizado cursos en Francia, EE.UU y Colombia sobre conducción a la defensiva, ofensiva y evasiva. En la actualidad es el conductor de la presidenta de la Asamblea, Gabriela Rivadeneira.

El cabo de Policía es uno de los 375 miembros del grupo élite de la Policía a nivel nacional y es uno de los 40 que están a cargo del servicio de protección a dignatarios. El numérico es más, solo que es una cifra que por seguridad no está al alcance de todos.

Para él, un escolta no tiene segundas oportunidades y el primer error puede ser el último. Por ello, la concentración y la rapidez son fundamentales al momento de transportar al VIP.

Rodríguez enseña con el ejemplo y enseguida toma un vehículo.  Lo prende y sale en precipitada carrera.  Realiza los ejercicios con obstáculos, con una maestría propia de los instructores, sin derrumbar conos.

De inmediato, les dice a sus alumnos “el freno de mano es importante para detener el vehículo sin que se pueda volcar, lo alzan y enseguida giran el volante, así evitarán accidentes y podrán maniobrar mejor si existe una emergencia”, afirma el cabo.

Simulacros de atentados
Es el turno de los agentes. Una simulación de un atentado, la misión es que el protegido sea evacuado sin ningún rasguño. Es así que utilizando pistolas de paintball, los “terroristas” disparan al auto del VIP.

En una maniobra conocida como la J invertida.  Los agentes neutralizan a los delincuentes y sacan el vehículo del peligro. Todo se hace en cuestión de segundos. Nadie resultó herido en teoría, en la práctica todos los ternos resultaron manchados con el colorante de las balas de paintball.

Pero vale la pena, tras la aprobación del instructor “Eso es, eso es, bien, bien”. De inmediato, se turnan los grupos para practicar el ejercicio. “Todos tienen que aprender y practicar, porque no solo está en riesgo la vida de VIP, sino la propia”, señala Rodríguez.

Dentro de los alumnos se encuentran agentes de los diferentes servicios de la Policía Nacional, entre ellos, Inteligencia, Antinarcóticos, PJ, ULCO, Servicio Urbano, Migración, Turismo, GEMA, entre otros.

Uno de ellos es ‘Matías’. Es como lo conocen sus compañeros ya que no puede decir su nombre verdadero por razones de seguridad: propia y de su familia. Es oficial del Servicio de Inteligencia y uno de los 25 alumnos del curso de protección a dignatarios.

Con gafas y siempre escondiendo su mirada cuenta la importancia de estos cursos para su formación, “Aquí nos enseñan  no solo a proteger a dignatarios, sino a proteger nuestra vida.  Salir airosos en un momento de emergencia, es un trabajo de mucha inteligencia, reacción y valentía”, afirmó «Matías».

Como agente de Inteligencia, ‘Matías’ debe conocer todos los pormenores de los lugares que visitarán los dignatarios. A veces debe pensar como “terrorista” para saber cómo actuar en un momento de emergencia.

En la piel de los terroristas
Es el mismo pensamiento de ‘Carlos’, “nombre de combate” como dicen los agentes encubiertos.  Es parte de un equipo de seguridad de un “C1” (código para un alto funcionario del Gobierno).  No le gusta dar entrevistas y habla entre dientes.

Después de mucha insistencia cuenta que cada mañana que le toca trabajar se viste con la piel de un “asesino”. No conoce una forma mejor de hacer su trabajo. Es capaz de pensar como él, de sentir como él, de moverse como él. Es un intento desesperado por anticiparse a sus acciones, por cerrarle el paso, por evitar que mate o siembre el terror.

Cuando se le quiere preguntar más sobre su trabajo, se despide con un fuerte apretón de manos. Viendo siempre a todo lado como si alguien lo vigilara. Como si se atrasará a algún lado se sube a un vehículo en movimiento “al vuelo”. Cierra la puerta, sube la ventana y se va.

Para Fausto Díaz otro de los instructores que vigila las prácticas de los alumnos, los agentes deben sortear toda clase de peligros. Deben conocer la ciudad en la que operan, conducir a más de 80 Km/h y pasar semáforos en rojo sin causar peligro a otros vehículos. Deben sobre todo esquivar buses, pitar de manera incesante y sacar las manos por la ventana, todo ello sin descuidar sus armas que llevan en sus pantalones.

Díaz señala que no solo se debe saber conducir bien un vehículo, sino conocer el vehículo tan bien para poder maniobrarlo en un momento de emergencia. “A quien le toque ser escolta debe saber, que todo lo que le ocurra a un protegido estando bajo su responsabilidad y su bienestar, es un mérito que será tomado en cuenta para un ascenso”, dijo Díaz.

Después del almuerzo en las instalaciones del GIR es hora de volver a las prácticas. Simular un atentado a quemarropa mientras un funcionario da un discurso. Pero para bajar la comida y perder el sueño, el instructor Rodríguez les dice “para pechos un, dos” y ellos responden enseguida “tres, cuatro”.

Después de cerca de 50 flexiones dedicadas a toda la Policía Nacional empieza el ejercicio. Se finge que una caravana con un ministro llega a una plaza, para dar un mensaje.  De repente, de entre la gente sale un hombre con un arma y dispara al funcionario. Todo es convulsión.

Pero literalmente “poniendo el pecho a las balas”, en un acto de valentía, los agentes logran evacuar al VIP y todos salen en precipitada carrera.  “Eso es todo, eso es todo”, dice Rodríguez en señal de aprobación.

Al final del curso todos pasan la materia. Forman, se despiden y agradecen a Dios de que todo sea un simulacro. En la vida real deben siempre despedirse de sus familiares dicen, por si en algún momento no regresan…


 

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