Prevención y rehabilitación son la clave para reducir la delincuencia
Quito. Ayudar, servir y buscar el acercamiento con grupos vulnerables y estigmatizados por la sociedad fue lo que impulsó a Marcelo Montenegro a ingresar a las filas policiales. En 1989, como estudiante de la Escuela Superior de Policía, promovió la creación de una ley de reos para los privados de libertad en el entonces Penal García Moreno de la ciudad de Quito.
La primera vez que vi a Marcelo Montenegro fue rodeado de policías en su faceta de artista, dentro de un estudio musical reconocido, preparando nada menos que un CD musical con canciones de ritmos variados con temas sobre seguridad ciudadana y convivencia. En ese entonces, hace no menos de tres meses, hablé poco con él. Solo lo básico, el qué, cómo, cuándo, dónde y por qué de ese proyecto artístico realizado por efectivos del orden.
Claro, uno nunca termina de conocer a las personas y en muchas ocasiones, cuando el tiempo es demasiado corto por la presión del oficio, omitimos preguntas a profundidad sobre la persona detrás del uniforme policial.
En medio de una calle, en el sector de Carapungo, norte de Quito, conversamos. Marcelo, actualmente tiene el cargo de capitán y jefe del distrito Calderón. Entre sus labores, a más de las cotidianas como resguardar la seguridad y dirigir, busca la prevención en los jóvenes y el acercamiento con la Policía no como autoridad, sino como amiga.
Hoy, lidera el proyecto ‘Camina Derecho’ junto a artistas locales y miembros de organizaciones juveniles, creando piezas musicales urbanas con temas de prevención de drogas. A eso, se le suma el apoyo para la construcción de un estudio profesional comunitario de música, para impulsar a los adolescentes a crear CD con costos accesibles y se promocionen como futuros artistas.
Marcelo me demostró ser un idealista. Sus palabras suenan satisfactorias cuando habla sobre el acercamiento que ha logrado con los jóvenes de Carapungo y con miembros de los Latin Kings para crear esta campaña musical, acompañada de artistas nacionales.
Al principio pienso que es el primer trabajo social de Marcelo. Me equivoqué. Desde sus inicios como estudiante demostró tener un “tornillo suelto” en la mente; es un loco idealista que cree en el cambio y la rehabilitación de las personas.
‘Camina Derecho’ no es el primer proyecto que emprende. Sus inicios datan de 1989, cuando era estudiante de la Escuela Superior de Policía. Joven, decidió “arriesgarse”, y de civil, inmiscuirse en el centro penitenciario García Moreno. Como “uno más”, se integró con los privados de la libertad de todo tipo: peligrosos, buenos, amables, de todo. Junto a ellos, crearon una “ley de reos para reos”, con normas de convivencia para mejorar la calidad de vida en el lugar.
“Fue una experiencia grande crear la primera ley de convivencia en una cárcel”, expresó. Recuerda que en trozos de madera y un pedazo de cuero, escribieron los artículos, para que todos puedan conocerlos y aplicarlos.
Al escuchar esto, lo primero que pienso es en el miedo. Marcelo comentó que sintió algo de miedo, no mucho, el mismo que se vio opacado al empezar a tratar, no a delincuentes, sino a personas que erraron en el camino y que cumplían la condena por ello. Ninguno sospechó que él era policía. “Cuando terminé el proyecto y lo presentamos, todos se sorprendieron cuando me vieron regresar con el uniforme”, expresó.
Aquella acción, la primera, marcó la pauta de que el policía es más que una autoridad, un amigo, un “pana”, que sirve y presta ayuda. Luego, cerca del 2005, cuando las pandillas llegaron al Ecuador y los jóvenes estaban cayendo en las redes de las malas compañías, Marcelo prestaba servicio en Guayaquil, en el sector de la Florida.
Al ver como los parques se convertían en sitios de reunión para delincuentes, Marcelo vio una nueva oportunidad de hacer algo. Recuerda haber estado rodeado por los Ñetas e intentar conversar con ellos sin obtener resultados en un principio. Como un hombre perseverante, decidió implementar la música, todos los viernes poner a gendarmes a tocar diversas canciones y hacer que la gente se junte a compartir.
Esto logró que, poco a poco, los jóvenes tomen conciencia. Para completar su integración, Marcelo dejó a un lado sus armas de defensa y con el uniforme puesto jugó un partido de fútbol con los, en ese entonces, pandilleros. Esa acción de confianza y amistad, permitió que los jóvenes recapaciten y busquen rumbos del bien.
Su familia lo creía loco. Acercarse sin uniforme y armas a personas que pueden atentar contra su integridad es algo que un loco que no mide consecuencias lo haría. Ese loco es Marcelo, que está próximo a ser padre de una “nena” y que cuenta con el pleno apoyo de su esposa.
“Creo mucho en la prevención y en la rehabilitación. Si se trabaja más en temas preventivos, se gastaría menos dinero y se lograría reducir aún más la delincuencia”. /Redacción Quito.
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