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Ser comando del GIR es su sueño, recuperarse pronto, su anhelo.

Quito.- El pasado 2 de julio, en el sector de la Plaza Chica, Centro Histórico de la capital, manifestantes agredieron a tres policías de la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO), quienes resguardaban la Seguridad Ciudadana.

Apenas tiene cuarto de década, 25 años, y un año y medio como parte de la unidad. Salir a resguardar el orden público en protestas y manifestaciones, no es algo nuevo, pero el ser agredido, sí.

Israel Alomoto es uno de los gendarmes que resultaron heridos en las protestas del pasado 2 de julio. Él logró salir gracias a la acción rápida de sus compañeros, que al verlo caer desmayado, lo cubrieron y sacaron del lugar.

El dolor era insoportable. Sacarle la bota y la placa de protección de la pierna fue una tortura, a más del ruido de los manifestantes que seguían arremetiendo contra los policías. A los pocos minutos, Israel fue trasladado en ambulancia hasta el Hospital de la Policía, donde fue atendido y enyesado por una fisura en el peroné (hueso de la pierna).

Desde ese momento, su vida cambió radicalmente. Pasó de jugar vóley o fútbol en los días francos, a estar en casa, en reposo absoluto para evitar una posible intervención quirúrgica. Sobre la pared de su casa reposan cuadros con diplomas de honor, Israel comenta que él llegó a ser escolta en el colegio y que el amor por la Institución policial lo llevó a enrolarse en sus filas hace dos años y medio.

Algún día espera ser comando del GIR. Siempre le gustó las actividades y trabajos que realiza esta unidad élite. No siente miedo, jamás lo ha tenido. Con la mirada triste señala que desde ahora no será lo mismo ir a una protesta, el trauma psicológico es algo difícil de superar después de lo que le tocó vivir.

Ese día, esos tres segundos en los que cayó desmayado por el golpe fulminante que lo condenó a un tiempo con muletas, solo podía pensar en su mamá, su familia. “Golpeaban a matar. Si no hubiera tenido protección en la pierna, me la destrozaban”. Para Israel el peor golpe es el psicológico, tener que pasar acostado en una cama no es lo suyo.

Al igual que él, su papá, Luis Alomoto, se llena de impotencia por la agresión que recibió su hijo. Justicia es la única palabra que quiere que se ejecute. Luis, con lágrimas y la voz entrecortada, expresó que no hay hecho ni ideología que justifique la agresión que recibió Israel, pues él solo cumplía el trabajo de proteger a la ciudadanía. No deja de preguntarse qué hubiera pasado si lo mataban.

Al ver las imágenes en televisión, su mamá no podía contener las lágrimas al reconocer a su hijo herido, levantado y separado de la multitud por sus compañeros. Ver a su hijo lastimado fue duro. Llora al imaginarse qué hubiese pasado si los manifestantes no se retiraban, quizás Israel estuviera en un ataúd y no en casa recuperándose.

Israel y su familia solo esperan que el agresor sea atrapado por las autoridades. También que el chequeo médico descarte una cirugía que lo aleje de las filas policiales y quizás, de llegar a ser comando del GIR, ya que las convocatorias se abren el próximo año.

El joven recoge sus muletas para movilizarse. El dolor se refleja en su mirada y su expresión en cada paso que da. No logra comprender por qué los manifestantes actuaron con tal agresividad durante la protesta, ni el daño que ocasionaron, un grupo de sujetos llenos de ira irracional, en contra de quienes solo cumplían su deber. Redacción A. V. /Quito.

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