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Surcar los aires y ayudar a la comunidad a través del Aeropolicial es lo que alegra su vida

Cuenca. Sobre su escritorio reposa el modelo a escala de un helicóptero modelo Bell 206 Jet Ranger, la primera aeronave de la Policía Nacional, cuya historia siempre le roba una sonrisa. Unos libros y varios papeles completan esa pequeña «jaula» (su oficina), que impide al mayor Juan Carlos Aguirre hacer lo que más le gusta… cruzar el cielo en el Aeropolicial.

Aguirre tiene 40 años y más de la mitad de su vida se la ha dedicado al estudio de la aeronáutica, con el respaldo de la Policía Nacional. Gracias a esto habla con tanta seguridad y confianza sobre lo seguro que es volar. Preguntarle desde cuando empezó su pasión por este oficio está demás, sus gestos y su emoción delatan esa característica especial de aquellas personas que sienten estar encadenadas al suelo.

Hablar con Aguirre es ameno, fácil, educativo… su larga preparación en el tema hace que condimente una conversación con ejemplos prácticos, con anécdotas, con experiencias, las mismas que para él siempre serán positivas. “Todo nos enseña algo en la vida, uno aprende de los aciertos pero se fortalece con los errores y en esta profesión estamos obligados a aprender a diario”, comenta.

Conforme transcurren los minutos, el formalismo va desapareciendo, es evidente que un escritorio no es hábitat de este oficial, por ello no pierde tiempo y se encamina al hangar, un lugar en el que se siente cómodo.

Preparación

Tras terminar el bachillerato, Aguirre entró a la Escuela Superior de Policía, fue el único de los tres hijos del coronel Carlos Aguirre Saa que optó por su carrera policial. “Mis hermanos se inclinaron por otras áreas, yo por la carrera de mi padre, quien fue jefe del tercer distrito, con base en Cuenca. A los pocos meses de ingresar se abrieron las puertas para ir a la Escuela de Carabinero de Chile, donde me gradué de oficial y escogí la rama de la aeronáutica”, comenta.

“Llevo 23 años en la Policía Nacional y optar por la unidad Aeropolicial fue una decisión que no muchos tenían en sus planes, ya que en aquel entonces, en el país no existían aeronaves como en la actualidad”, indicó Aguirre.

El mayor lleva más de 2 mil horas de vuelo, pese a ello no teme confesar que cada vez que sube a la aeronave siente esa emoción del primer día. “Para mí, la hora 2 mil tiene la misma sensación que la primera hora, aún siento esos nervios y aquella ansiedad que es difícil de explicar”.

Alcanzar este número de horas no ha sido sencillo. El oficial ha aprobado una serie de cursos y talleres en diferentes países. “Cuando uno está al frente de una máquina de este tipo y cuando de su trabajo depende la seguridad de una o más personas, lo único que lo estabiliza y da confianza es su preparación, su constante estudio”.

La cena del millón

Eran aquellos años en que el dólar subía como los helicópteros. El sucre cada vez tenía menos poder adquisitivo, y uno de los mayores anhelos de la Policía Nacional era contar con su primer Aeropolicial.

Para recaudar fondos, se organizó una cena cuya tarjeta de ingreso estaba valorada en un millón de sucres. “Recuerdo que se invitó a funcionarios públicos, políticos, empresarios y más. Nuestro objetivo era recaudar cerca de 370 mil dólares para la aeronave, fue un trabajo de la Policía, de las brigadas barriales, de todos”.

La meta se alcanzó, no todos los recursos se obtuvieron con la cena, pero si una gran parte. “No podíamos creerlo, al fin contaríamos con un helicóptero. Después de recibir la autorización de la Dirección de Aviación Civil, se bautizó a la nave como PN-112. Las iniciales son por la Policía Nacional y el número por las 112 brigadas barriales que aportaron para su adquisición”, recuerda Aguirre.

Esta nomenclatura dio la pauta para que las siguientes aeronaves que adquirió la Policía continúen con la numeración desde el 112 en adelante. “En la actualidad, la situación es muy diferente, el Ministerio del Interior ha dotado de modernas aeronaves a la Policía en estos años, una situación que nos compromete a trabajar de mejor manera en beneficio de la ciudadanía”.

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Trabajo social

La emoción que siente Aguirre al volar es la que desea compartirla con los ciudadanos, por ello, a través del programa de labor social, niños con discapacidad, personas de la tercera edad, estudiantes destacados y más han volado en el Aeropolicial en Cuenca.

“Debemos tener presente que el Aeropolicial es la ciudadanía y es ella quien debe empoderarse del mismo. Es una gran satisfacción para todos desarrollar estas actividades, especialmente con los niños, ya que son los que más disfrutan en cada uno de los vuelos”.

Aguirre, quien se desempeña como jefe del Servicio Aeropolicial en Azuay y jefe de la Sección Helicópteros, comentó que en cada una de las nueve provincias donde existe un helicóptero se realizan estas actividades de carácter social y que en un futuro se planifica llegar a todas las provincias.

Sin duda, en la pista, cerca del helicóptero o frente a ese extenso tablero de control es donde mejor se siente Aguirre, para quien su mayor satisfacción es saber que su trabajo puede salvar la vida de una persona. “Nuestra labor en el Aeropolicial es igual de valedera que la de un compañero en su patrulla, tenemos la misma responsabilidad y el mismo compromiso, brindar nuestro mayor sacrificio y esfuerzo por buscar la seguridad de cada ciudadano, solo así podemos llamarnos policías del Ecuador». /Redacción Azuay.

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