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Un agente que controla sus emociones para esclarecer muertes violentas

Manta. “La vida es demasiado corta pero nos damos cuenta de aquello cuando llega la muerte. El tiempo y las palabras dichas son algo que no podemos recuperar”, es una frase del teniente coronel Renato Cevallos, quien a diario se desenvuelve entre la vida y la muerte.

Cevallos trabaja esclareciendo asesinatos, homicidios y busca la manera de localizar a las personas desaparecidas. Ese rol lo cumple como jefe de la Dirección Nacional de Delitos Contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros (Dinased) de la zona 4. Él puede tener muchas ocupaciones en su cabeza, casos, operativos. Pese a esTo, se mantiene tranquilo, organiza las cosas y controla mucho la presión y emociones. Procura no tomar decisiones viscerales, sino razonadas.

Inteligente

Nació en Baños de Tungurahua. Recuerda que cuando estaba en prekinder lo ascendieron a kínder por alguna circunstancia de la vida y por eso siempre estuvo un año más adelantado en el sistema académico. Es el mayor de cinco hermanos.

Estudió en la Unidad Educativa Salesiana Santo Tomas Apóstol en Riobamba y se graduó en el colegio San Felipe de los Jesuitas. Recuerda mucho su adolescencia, etapa en la que era muy distinto a lo que es ahora como policía. “Era desordenado, indisciplinado, académicamente estaba entre los últimos lugares, no por falta de inteligencia sino por falta de dedicación y aquellos deseos de querer disfrutar de mi juventud. Era muy comprometido con todo el barrio y con mis amigos pasaba jugando. Esa etapa fue maravillosa para todos”, contó.

Desde pequeño, su sueño era ser policía, por eso con un amigo del colegio rindió las pruebas para ingresar a la Institución. Ingresó como cadete y se graduó como subteniente en el año 1993. “En la Policía cambió mi concepción de la vida, tenía que tomar decisiones por mí mismo, entonces tuve la ventaja de hacer bien las cosas, con responsabilidad”, acotó.

Único graduado

Inició su carrera en el grupo de Tránsito de Pichincha, luego estudió Ingeniería Comercial en la Escuela Politécnica del Ejercito (ESPE). Obtuvo una beca para Chile y fue a estudiar cinco años Ingeniería en Investigación Policial, de 15 alumnos que ingresaron, solo se graduó él. “Fue una bonita experiencia porque aprendí ingeniería y conocí de cerca el trabajo de los Carabineros de Chile. Ver todo el manejo organizativo y operativo, me ha servido mucho en la vida”, manifestó.

A su regreso de Chile, lo asignaron a la Dirección Nacional de Policía Judicial, donde estuvo 12 años. En el 2010 fue a la Maná como jefe de la Policía Judicial y por ser el más antiguo se transformó en el líder del cantón.

“Cuando llegué había muchos problemas porque la ciudadanía no estaba satisfecha con el servicio policial y aplicamos lo que aprendimos. Al final de un año, los resultados fueron cero muertes violentas, los delitos bajaron al mínimo pero, sobre todo, dejamos una imagen de aquella Policía Nacional seria, comprometida con la gente. Tengo el mayor orgullo, la mejor condecoración que he obtenido en mi vida y halago profesional, es el cariño de la ciudadanía de la Maná.

Vida familiar

Considera especial la unión con su esposa, quien es una ciudadana chilena, exintegrante de los Carabineros de Chile, una relación de amor, que según él debería estar plasmada en un libro o una película. “Mi esposa entiende todo lo de mi trabajo, ella me sugiere muchas cosas en ese aspecto, es fantástico contar en casa con alguien que no solo entiende, sino que lo ha vivido”, dijo.

Juntos tienen dos hijas, una de 4 años de edad y otra de 1 año. Asume que sus bebés son un milagro de Dios. “Luchamos mucho por nuestra primera hija, tuvimos que seguir un tratamiento de fertilización asistida, fue una espera de varios años y lo más grandioso que nos pasó. Tener a nuestra segunda hija fue un acto milagroso porque nació, a pesar de las complicaciones del primer embarazo. Queremos enseñarles mucho más de lo que la vida les pueda enseñar”, agregó.

Él se siente extranjero en su casa, sus hijas son nacidas en Chile, pero tienen también la nacionalidad ecuatoriana.

Entre risas, confiesa que ha llegado a un acuerdo con su esposa, el cual consiste en que ella conduzca el vehículo para que él pueda atender el celular, ya que su trabajo así lo requiere. “Siempre he tenido el apoyo familiar, soy el único policía en la familia, así que las conversaciones son muy interesantes con mis padres, tíos y demás parientes. Estar en la Institución es una experiencia espectacular”, aseguró.

En ocasiones, sus ojos denotan cansancio pero sus palabras y gestos demuestran lo contrario. “Uno trabaja para llegar hasta el punto más alto, en nuestra Institución solo hay puesto para uno. Hasta donde llegue tendré la satisfacción del deber cumplido, vitalidad y condición ética de poder mirar a cualquiera. Ahora no solo somos policías sino que tenemos un estilo de vida. Estamos encaminados a ser la mejor Policía de Sudamérica pero creo que podemos ser la mejor del mundo”, finalizó. Redacción LR /Manabí.

 

Fotografías:


 

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